En un emotivo acto celebrado en el auditorio de Medicina Legal de Villavicencio, la Fiscalía General de la Nación de Colombia rindió homenaje a ocho líderes cristianos y sociales que fueron brutalmente asesinados en el municipio de Calamar, Guaviare. La ceremonia, realizada este lunes, formó parte del proceso de reconciliación, verdad y reparación con las familias de las víctimas.
Los fallecidos —Jesús y Carlos Valero, Marivel Silva, Maryuri Hernández, Isaid Gómez, Óscar Hernández, Nixon Peñaloza Chacón y James Caicedo— eran miembros activos de las denominaciones Alianza Evangélica de Colombia (DEAC) y la Iglesia Cuadrangular (ICCG). Además de su labor espiritual, desempeñaban importantes roles comunitarios. Por ejemplo, Nixon Peñaloza era presidente de la Junta de Acción Comunal de Agua Bonita, mientras que James Caicedo había sido pastor y líder en la región.
“Eran personas humildes, campesinas, que predicaban el evangelio en espacios comunitarios y ejercían un liderazgo fuerte entre los suyos”, destacaron los fiscales presentes.
Durante el acto, se entregaron documentos oficiales de identificación y se explicó el complejo procedimiento forense que permitió localizar los cuerpos, enterrados en una fosa común en zona rural.
Las revelaciones del caso han causado profunda conmoción. Según el fiscal delegado para la criminalidad organizada, Raúl González, las víctimas, provenientes del departamento de Arauca, fueron vistas con sospecha por disidencias armadas del Frente Armando Ríos, del Estado Mayor Central liderado por alias “Iván Mordisco”.
El fiscal explicó que los cristianos fueron convocados en dos grupos con la excusa de verificar presuntos vínculos con el ELN, acusación que no tenía fundamento. “Fueron interrogados, obligados a cavar su propia fosa y luego ejecutados”, relató González.
Este crimen se enmarca dentro de una preocupante ola de violencia contra líderes sociales y religiosos en Colombia, especialmente en regiones donde las disidencias armadas han retomado el control territorial.
El acto simbólico de entrega no solo busca brindar algo de consuelo a las familias, sino también recordar el valor de quienes, desde la fe y el servicio comunitario, aportan a la paz y el tejido social en las zonas más afectadas por el conflicto armado.