La violencia yihadista en el norte de Mozambique alcanzó un nuevo punto crítico tras una serie de ataques perpetrados por milicianos del Estado Islámico (ISIS), que dejaron decenas de cristianos asesinados, iglesias incendiadas y aldeas arrasadas. Los hechos, que han sido calificados por analistas como un “genocidio silencioso”, han generado desplazamientos masivos y continúan sin recibir una respuesta clara de la comunidad internacional.
Uno de los episodios más brutales ocurrió en Natocua, distrito de Ancuabe, donde seis cristianos fueron decapitados el pasado 22 de julio, según reportes del Middle East Media Research Institute (MEMRI). En la provincia de Cabo Delgado, el brazo local del ISIS —conocido como Estado Islámico Provincia de Mozambique (ISMP)— difundió imágenes en las que se atribuye la quema de templos, casas y el asesinato de civiles en el distrito de Chiure.
Las imágenes difundidas por los propios atacantes muestran cuerpos decapitados, estructuras en llamas y ejecuciones sumarias. En paralelo, el grupo ISCAP, otra facción yihadista vinculada al ISIS, realizó un ataque similar el 27 de julio en Komanda, aldea de la provincia de Ituri en la República Democrática del Congo, donde al menos 45 personas fueron asesinadas durante la quema de una iglesia católica y múltiples edificaciones.
“Su objetivo es claro: erradicar la presencia cristiana en la región”, declaró Fernández, portavoz de MEMRI. “A los cristianos no se les ofrece otra opción que la muerte”.
Entre el 20 y el 28 de julio, más de 46.000 personas, en su mayoría niños, se vieron forzadas a huir de sus hogares en Cabo Delgado, según datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Sin embargo, las agencias de la ONU han evitado referirse explícitamente a la motivación religiosa detrás de estos ataques.
“Hablar solo de desplazados sin explicar quién los ataca ni por qué es una forma de complicidad encubierta”, añadió Fernández. “Estamos ante una guerra cruel y olvidada que ocurre fuera del foco mediático, pero con consecuencias devastadoras”.
Los expertos en seguridad internacional advierten que el avance del yihadismo en África central y meridional constituye una amenaza creciente, no solo para las comunidades cristianas locales, sino para la estabilidad de toda la región. La falta de reacción política y mediática internacional contribuye a la impunidad de los perpetradores y al silenciamiento de las víctimas.