El pasado 19 de junio, Sao Paulo fue escenario de una de las manifestaciones religiosas más multitudinarias de América Latina. Según los organizadores, más de dos millones de personas participaron en la 33ª edición de la Marcha por Jesús, convocada por la Iglesia Renacer en Cristo. El evento combinó fe, unidad y una fuerte carga simbólica sobre el papel creciente de los evangélicos en la sociedad brasileña.
La jornada comenzó con una oración masiva en memoria de las víctimas de las recientes inundaciones en Rio Grande do Sul. Autoridades, líderes religiosos y fieles se unieron bajo el lema de que Dios “aplastará a Satanás”, en un ambiente de celebración espiritual y también de afirmación pública de su identidad colectiva.
El avance evangélico en Brasil es sostenido y notorio. El Censo 2022 del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) indica que un 26,9% de la población se identifica con este sector religioso. Además, estudios recientes muestran un aumento de más del 500% en la cantidad de templos desde 1990. En algunos estados amazónicos, como Acre y Rondônia, los evangélicos ya han superado en número a los católicos.
Este crecimiento se traduce también en influencia política. La presencia de figuras como el senador Magno Malta y el diputado Sóstenes Cavalcante —ambos del Partido Liberal, vinculado a Jair Bolsonaro—, reflejó cómo la marcha funciona también como un termómetro electoral. El gobernador de Sao Paulo, Tarcísio de Freitas, posible presidenciable de centroderecha, participó junto con el alcalde Ricardo Nunes y el juez del Supremo André Mendonça.
El presidente Lula da Silva, ausente por tercer año consecutivo, envió una carta en la que destacó el valor del evento como “acto extraordinario de fe colectiva” y recordó que su Gobierno oficializó el “Día Nacional de la Marcha por Jesús” en 2009. También reafirmó su compromiso con la libertad religiosa y el respeto a la diversidad de creencias en Brasil.
Uno de los momentos más celebrados por la multitud fue el discurso del presidente de la Confederación Israelí de Brasil, Claudio Lottenberg, quien expresó “amor y gratitud” hacia los cristianos. El gesto reforzó el fuerte vínculo simbólico entre el pueblo evangélico y el Estado de Israel, muy presente durante toda la jornada.
A medida que se acercan las elecciones de 2026, el impacto de la comunidad evangélica en el escenario político brasileño se vuelve cada vez más evidente. La Marcha por Jesús 2025 no solo fue una muestra de fervor religioso, sino también un reflejo del poder social y electoral de un sector que continúa creciendo y consolidándose en el país.