En el marco del European Leadership Forum (ELF 2025), realizado en Wisla, Polonia, una sala colmada de asistentes escuchó los testimonios conmovedores de cristianos ucranianos que viven el drama de la guerra desde adentro. En un clima de respeto y sin buscar sensacionalismo, compartieron historias reales de dolor, pérdida y también esperanza.
La guerra, que ya lleva más de tres años, ha dejado más de 300.000 personas con alguna discapacidad, millones de refugiados y desplazados internos, y una generación de niños marcada por el trauma. Sin embargo, en medio de la devastación, surge una respuesta inesperada: el fortalecimiento de la fe.
Uno de los momentos más impactantes fue el relato de un pastor que sirve como capellán en el frente de batalla. “En las trincheras no hay ateos”, afirmó con convicción. Según relató, muchos soldados buscan a Dios antes de entrar en combate. La oración, el consuelo bíblico y la presencia espiritual de los capellanes se han vuelto vitales en un entorno donde la muerte es una posibilidad cotidiana.
Las iglesias evangélicas de Ucrania han duplicado su compromiso. Algunas han repartido miles de Biblias, organizado oraciones grupales y atendido a más de 17.000 personas con alimentos, refugio y apoyo psicológico. El servicio cristiano, antes marginal en el ámbito militar, se ha institucionalizado con redes de capellanía cada vez más activas.
Las voces presentes en el encuentro insistieron en no centrarse en cifras, sino en personas: familias destruidas por bombardeos, niños que sufren el trauma vicario, y esposos separados por el servicio militar obligatorio. A pesar de la “fatiga de compasión”, la fe se mantiene viva.
El cierre del encuentro estuvo marcado por una reflexión profunda: lo que hoy las iglesias siembran en medio del dolor, mañana será parte de la reconstrucción espiritual de Ucrania. Con dulces típicos y abrazos, los presentes despidieron a los testigos ucranianos, agradecidos por recordarles que incluso en el infierno de la guerra, Dios sigue obrando.